CHILENOS POR LA DEFENSA DE LAS BALLENAS

Luchemos por terminar con la caza científica

jueves, 23 de julio de 2009

Conservación de las ballenas: mucho más que frenar la caza

El sonar, las colisiones con barcos y el cambio climático, son otros de los problemas que afectan a las distintas especies de cetáceos.

No sólo la caza “con fines científicos” efectuada por el programa japonés de investigación JARPA II, amenaza la conservación de las poblaciones de ballenas del hemisferio sur. El Cambio Climático que experimenta nuestro planeta, debido a la concentración de gases de efecto invernadero, también causa estragos en los océanos y en la estabilidad de los ecosistemas marinos.

Un aumento de la temperatura media global de tan solo 2°C con respecto a los niveles preindustriales producirá una reducción en la extensión de la plataforma de hielo en el Océano Austral. Esta reducción podría situarse entre el 10 y el 15% en incluso en algunas zonas podría llegar a superar el 30%.

Esto resulta de suma gravedad, pues las ballenas se alimentan de kril -animales diminutos similares a un camarón- los cuales dependen del hielo marino para reproducirse. Si el hielo disminuye, el kril disminuye y los recursos para alimentar a las ballenas escasearían. Las especies más perjudicadas serían la ballena azul (no quedan más de 5.000 de las 300.000 que existieron antes de la caza industrial) y la ballena jorobada.

Colisión de cetáceos con embarcaciones
Otro de los temas que preocupa es el de la colisión de cetáceos con embarcaciones. Este año, el Comité de Conservación presentó a la plenaria el informe realizado.

En las costas uruguayas, por ejemplo se tienen cinco registros de colisiones fatales en seis años, algo que fue notificado a la CBI por Rodrigo García, responsable de la Organización para la Conservación de Cetáceos y en nuestro país, debemos recordar que en enero de este año, el crucero “Radiance of the Seas” arribó a Puerto Montt con una ballena jorobada de 12 metros de largo, atrapada en su proa. Sólo el avanzado estado de descomposición de la ballena, impidió determinar si la ballena estaba viva al quedar atrapada

En Argentina se han tomado medidas modelo en este sentido, y en los alrededores de Península Valdés, se ha dispuesto un corredor especial para el paso de embarcaciones para toda la temporada de avistamiento de ballenas, y se dispuso que la velocidad máxima de la embarcaciones en esa zona debe ser de 10 nudos, lo cual en caso de colisión, reduce en una gran porcentaje que estas resulten con consecuencias fatales para los cetáceos.

El sonar que desorienta a las ballenas

Los científicos británicos y españoles sostienen que los sonares de alta frecuencia, utilizados con propósitos militares, confunden el sentido de profundidad en ballenas y delfines, causando un rápido y peligroso ascenso, que terminan cuando estas quedan varadas en la playa.
En septiembre de 2003, esto se pudo constatar en dos playas de las Islas Canarias, donde un grupo de ballenas quedó varado, sólo cuatro horas después que se utilizara el sonar de los barcos que participaban cerca, en una serie de ejercicios navales.


Aunque estas hipótesis no han sido confirmadas, los temores ya han generado decisiones judiciales, y la Armada de los Estados Unidos se vio obligada por una corte federal a no probar poderosos sistemas de sonar en grandes áreas de los océanos debido a los temores de que el ruido en alta frecuencia emitido para detectar a submarinos enemigos pudiese generar un "daño irreparable" en cetáceos y peces.

El oído es el sentido principal para las ballenas, delfines y marsopas. Es el sentido que más utilizan para sobrevivir, encontrar a sus presas, comunicarse y desplazarse. Lo más probable es que una ballena o delfín sordo rápidamente termine muerto.

La imagen de más abajo, es de la última campaña contra la contaminación acústica de los oceanos, efectuada por la Sociedad para la Conservación de Ballenas y Delfines. La frase en la imagen se traduce como "Ellos no puede permitirse el lujo de esperar a la evolution".

lunes, 13 de julio de 2009

Ballenas francas retornan al Estrecho de Magallanes


PUNTA ARENAS.- Algo sorprendente esta ocurriendo en el Estrecho de Magallanes: tímidamente, la ballena franca austral comienza se aventura e ingresa desde la boca oriental hasta la zona frente a Punta Arenas. Es una señal clara y potente que estimula a los biólogos a estudiar una evidente mejoría en la población de este cetáceo.

Hasta ahora, el Estrecho había sido la vía frecuente del desplazamiento de otra especie, la ballena jorobada, que se concentra especialmente en el área de la isla Carlos III, en el parque marino Francisco Coloane, a poco más de 200 kilómetros al suroeste de Punta Arenas .


La ballena franca austral, en cambio y hasta donde se sabía, deambulaba por el Atlántico y su principal población se concentra en la península Valdés, Argentina. Pero los que parecían avistamientos aislados de esta especie, hoy permiten asegurar que también llegan más al sur y agrupandose principalmente en la boca oriental del Estrecho, entre Cabo Vírgenes (territorio argentino) y Punta Dúngenes, ya en territorio chileno.

Carlos Olavarría, biólogo marino del Centro de Estudios del Cuaternario, y Jorge Gibbons, biólogo del Instituto de la Patagonia de la U. de Magallanes, lideran las investigaciones sobre los desplazamientos de esta especie. Destacan que la ballena franca austral está de regreso en el Estrecho de Magallanes, tras un período de gran abundancia que fue dramáticamente terminado por la caza comercial a inicios del siglo XX:

"Hemos registrado su presencia en el Estrecho con 69 avistamientos desde 1985, y para todos los años entre 1999 y 2009", explican los biólogos. Contrastaron sus datos con los relatos de trabajadores permanentes de la Enap en las plantas de Posesión y San Gregorio, quienes les dijeron que hace tiempo veían ballenas, pero que no sabían de qué especie eran.

Hasta ahora, los avistamientos de ballena franca han sido registrados desde la costa, ya que éstas navegan entre los 5 y 10 metros bajo la superficie, no se mueven en aguas tan profundas y se acercan a 10 o 15 metros de la orilla.

Rolando Martínez

El Mercurio

Santiago, domingo 12 de julio de 2009